Por Julieta Ogando

El Futuro es Hoy

El Futuro es Hoy

El Futuro es Hoy

The Art Gallery

14 ago 2025

El futuro es hoy. La frase suena como un eslogan de start-up, pero en The Art Gallery se aplica a un movimiento que nació en los 40, cuando el porvenir se soñaba con líneas rectas, ángulos exactos y colores primarios. El futuro concreto ya tiene ochenta años, y sin embargo insiste en presentarse con la urgencia del presente. ¿Qué paradoja más deliciosa que ver cómo un lenguaje inventado para negar la copia —y proclamar la invención— se mantiene vigente en pleno siglo XXI, reclamando que la modernidad no se ha terminado, que sigue vibrando? El título de la muestra funciona entonces como un marco recortado: nos deja en la duda de si estamos mirando hacia adelante, hacia atrás o, como en toda buena geometría, hacia un tiempo paralelo.

El plano de base

El arte concreto en Argentina nació con espíritu de manifiesto: en 1940 la Revista Arturo encendió la chispa y, poco después, aparecieron la Asociación Arte Concreto-Invención y el Movimiento Madí, seguidos por el Perceptismo. Todos compartían una convicción: el arte no debía imitar la realidad, sino inventarla desde sus elementos más puros —línea, forma geométrica, color—. En un país que oscilaba entre modernidad e inestabilidad, el arte concreto se plantó como una promesa de orden racional y de invención perpetua.

Dentro de esa historia, Juan Melé ocupa un lugar central. Integrante de la Asociación Arte Concreto-Invención, su carrera fue un laboratorio constante. En Nueva York absorbió el vértigo urbano y lo tradujo en colores vibrantes y ritmos visuales; en París depuró su lenguaje, reduciéndolo a planos y primarios esenciales; en Buenos Aires dio un paso más allá y se lanzó fuera del lienzo, hacia relieves y tridimensionalidades que buscaban hacer vibrar al espectador. Su obra es, en sí misma, un recorrido geográfico y temporal que une continentes pero mantiene siempre el mismo pulso: la invención concreta como forma de vida.

Variaciones geométricas

En Nueva York Mele se enfrenta a la megalópolis y responde con obras que laten al ritmo de la ciudad. Colores vibrantes, luces que parecen pulsar, planos que casi se mueven. La geometría se vuelve dinámica, como si quisiera absorber el ruido del tránsito y transformarlo en orden visual.

En la capital francesa, el lenguaje se depura. Las formas se achican, los colores se aplanan, la obra se vuelve neta, precisa. Allí, la abstracción parece respirar más lento, como si se tomara un respiro de la intensidad neoyorquina.

De regreso en Buenos Aires da un salto hacia adelante. Los relieves y los gofrados —piezas poco conocidas de Mele— empujan la pintura fuera del plano. La vibración del color se traslada a los bordes, los marcos recortados ya no contienen. El futuro, otra vez, es tridimensional.

La curaduría de Milagros Noblía no se limita a exhibir a Mele sino que lo pone a conversar, a desplazarse en distintas direcciones.

Erika Aisen despliega un territorio de hilos tensados que, a pesar de su fragilidad material, adquieren monumentalidad. Cada línea se vuelve una fibra de tiempo: paciente, meticulosa, con una precisión que recuerda que la geometría no es solo cálculo, también es pulso humano.

Armando Ramaglia, heredero del linaje madí, abre las formas desde el centro y recorta el marco. En sus obras los vacíos pesan tanto como los llenos: la geometría ya no representa, se presenta. El espectador se enfrenta a un equilibrio inestable que nunca se resuelve del todo, y en ese desequilibrio late la invención.

Lorena Faccio propone lo contrario: un despojo radical. Su monocromía es casi un silencio en medio del coro visual. Allí, el gesto es detenerse antes del exceso, escuchar el momento en que “la obra dice basta”. Faccio devuelve a la geometría su respiración mínima, recordando que el límite también es una forma.

Andrea Martinetti trae materiales encontrados, fragmentos de lo cotidiano que resignifica en clave abstracta. Su lenguaje es rioplatense, áspero y próximo, una actualización del constructivismo que baja al concreto de Mele de la abstracción pura al terreno de la vida urbana, con objetos que cargan historias previas y las hacen vibrar en nuevas constelaciones.

Santiago Debenedetti juega con el trampantojo, con la trampa al ojo. Sus formas parecen querer salir del plano, escapar hacia nosotros, empujadas por colores vibrantes y brillantes. Hay ecos de videojuegos, de pantallas, de una cultura visual atravesada por la tecnología: la geometría como ilusión óptica contemporánea y dinámica.

El resultado no es una yuxtaposición, sino una sinfonía de variaciones: cinco maneras de expandir la invención concreta hacia otros materiales, otros lenguajes, otros tiempos. La muestra no solo revive a Mele: lo proyecta hacia adelante, multiplicado en voces actuales.

Vibración y diálogo

Revisitar el arte concreto hoy es un gesto doble: por un lado, parece una fidelidad a la promesa de invención perpetua; por otro, podría ser leído como una relectura constante de un canon ya establecido. La muestra oscila en esa tensión, y allí encuentra su fuerza. No se trata de repetir fórmulas geométricas de los años cuarenta, sino de ponerlas en acción en un presente saturado de imágenes digitales, donde lo concreto adquiere un nuevo espesor: sigue siendo invención, pero ahora en diálogo con la memoria.

El abandono del marco —uno de los gestos más radicales del movimiento— se convierte aquí en metáfora poderosa. Salir del rectángulo no es solo un asunto plástico: es un modo de interrogar los límites, de preguntarse qué queda afuera, qué entra y qué nunca estuvo contenido. Cuando Mele corta, pliega o expande, no se trata únicamente de un ejercicio formal; es la afirmación de que el arte no debe obedecer a marcos, ni físicos ni conceptuales.

Ese mismo impulso se reactiva en los artistas contemporáneos invitados. Los hilos de Erika Aisen trazan un espacio donde la fragilidad se vuelve monumentalidad; los marcos recortados de Ramaglia recuerdan que el vacío pesa tanto como la línea; la monocromía depurada de Faccio muestra la potencia de lo que se detiene antes del exceso; los objetos resignificados de Martinetti devuelven al concreto su raíz rioplatense y material; y la ilusión óptica de Debenedetti traduce la geometría al lenguaje pixelado del videojuego. Todos, desde distintos ángulos, hacen que la obra de Mele no se quede encerrada en un museo del pasado, sino que respire en el presente, multiplicando direcciones.

El resultado es una muestra en la que el tiempo de Mele y el tiempo actual se superponen, se rozan y generan una especie de interferencia. Como en la geometría, no hay un único punto de fuga: hay varios, y todos están activos al mismo tiempo.

El color que manda

La muestra es, ante todo, una prueba de que la curaduría también puede ser un arte de la armonía. El recorrido está pensado con precisión: cada sala respira, cada intercalación entre Mele y los contemporáneos encuentra su punto justo. El espacio se aprovecha con inteligencia, evitando la monotonía y generando un pulso energético que acompaña al visitante de principio a fin.

El mayor logro es la conversación que propone: Mele no queda aislado como reliquia histórica, ni los artistas actuales aparecen como invitados accesorios. El diálogo es real, fluido. Se siente en la manera en que los hilos se tensan junto a los relieves, en cómo el trampantojo óptico se espeja con las salidas del plano, en cómo los marcos recortados encuentran su eco en la geometría concreta.

Queda, sin embargo, una pregunta que atraviesa la experiencia: ¿es posible hablar todavía de “futuro” desde la geometría abstracta, o lo que hacemos es habitar el eco de aquella primera invención? Tal vez la respuesta esté justamente en esa vibración entre pasado y presente: lo concreto, como el color, manda. No importa si miramos hacia atrás o hacia adelante; lo importante es que seguimos mirando, todavía hoy, a través de esas formas.

Marco recortado

Salir de El futuro es hoy no es exactamente salir. Algo queda suspendido, como si el recorrido se hubiera incrustado en la mirada. El visitante se descubre caminando con geometrías todavía impresas en el ojo, con hilos tensados en la memoria, con la sospecha de que el marco del mundo cotidiano también podría recortarse. La muestra logra ese raro efecto: no termina en la sala, se filtra en el afuera.

Quizás ese sea el verdadero presente del arte concreto: no tanto un futuro prometido, sino un presente que insiste en perforar los bordes. Lo concreto se vuelve, paradójicamente, lo inacabado: relieves que siguen expandiéndose, monocromías que no dicen “hasta aquí”, sino “todavía falta un paso más”.

Y entonces el título, El futuro es hoy, deja de sonar como consigna publicitaria y empieza a funcionar como advertencia: el futuro no se espera, se recorta. ¿Nos alcanza con habitar este hoy geométrico o, como buenos espectadores, seguiremos reclamando una próxima invención?

Esta foto captura el ambiente general del espacio de la feria MAPA durante el evento. El lugar, caracterizado por su arquitectura industrial, está lleno de asistentes que se mezclan y ven las obras de arte. La configuración incluye varias obras de arte exhibidas a lo largo de las paredes blancas de la galería, iluminadas por la iluminación del lugar, contribuyendo a un ambiente vibrante y atractivo.

Tu visión es única, tu proyecto es extraordinario.

compartí ideas, proyectos, y cualquier iniciativa que creas que pueda sumar a nuestra conversación sobre el

arte contemporáneo.

Esta foto captura el ambiente general del espacio de la feria MAPA durante el evento. El lugar, caracterizado por su arquitectura industrial, está lleno de asistentes que se mezclan y ven las obras de arte. La configuración incluye varias obras de arte exhibidas a lo largo de las paredes blancas de la galería, iluminadas por la iluminación del lugar, contribuyendo a un ambiente vibrante y atractivo.

Tu visión es única, tu proyecto es extraordinario.

compartí ideas, proyectos, y cualquier iniciativa que creas que pueda sumar a nuestra conversación sobre el

arte contemporáneo.

Esta foto captura el ambiente general del espacio de la feria MAPA durante el evento. El lugar, caracterizado por su arquitectura industrial, está lleno de asistentes que se mezclan y ven las obras de arte. La configuración incluye varias obras de arte exhibidas a lo largo de las paredes blancas de la galería, iluminadas por la iluminación del lugar, contribuyendo a un ambiente vibrante y atractivo.

Tu visión es única, tu proyecto es extraordinario.

compartí ideas, proyectos, y cualquier iniciativa que creas que pueda sumar a nuestra conversación sobre el

arte contemporáneo.