Por Julieta Ogando

Texto. Tekné. Tejido.

Texto. Tekné. Tejido.

Texto. Tekné. Tejido.

Leo Mayer

HomeGallery de ALMACÉN – San Nicolás de los Arroyos

28 jul 2025

Un bastidor como cuaderno, un hilo como caligrafía. Leo Mayer escribe sin tinta, pero no sin memoria.

La muestra Texto. Tekné. Tejido. —presentada por ALMACÉN en su HomeGallery de San Nicolás de los Arroyos— despliega el trabajo textil de Leo Mayer como una escritura silenciosa pero profundamente cargada de sentido. A medio camino entre lo artesanal y lo conceptual, Mayer construye una poética enhebrada entre técnica, afecto y archivo. Cada obra, tejida con hilos industriales de uso cotidiano, es una frase extendida en el espacio: una línea que no dice, pero enuncia.

El título condensa el corazón del proyecto. Texto, Tekné, Tejido: tres palabras que no sólo se abrazan fonéticamente, sino que comparten una raíz profunda en la noción de trama. En su origen latino, textus refiere al entrelazado de partes, a la articulación de un cuerpo narrativo hecho de vínculos. Desde ahí, Mayer ensaya una crítica delicada pero incisiva, entre lo íntimo y lo estructural, en la que cada hilo borda tanto historias familiares como tensiones sociales. Tejer, en este caso, no es un gesto decorativo: es una forma de decir.

La exposición se desarrolla en una casa habitada por cuatro generaciones de su familia, convertida ahora en espacio de arte. Esa elección no es menor. Como el telar que sostiene la urdimbre, el hogar opera aquí como soporte físico y simbólico para un conjunto de obras que rehúyen la anécdota pero no la experiencia. Con una economía formal notable —hilo, bastidor, color restringido—, Mayer consigue lo que muchas veces se le escapa al arte discursivo: contar sin ilustrar, emocionar sin explicar, resistir sin solemnidad.

Cuando la técnica es sensibilidad

Lejos de entender la técnica como un simple conjunto de procedimientos, Leo Mayer la abraza como un saber sensible, una tekhnè en el sentido griego del término: arte, oficio, pero también inteligencia encarnada en la acción. Su formación como ingeniero no queda suprimida en su trabajo artístico; se reconfigura como parte del gesto poético. En Texto. Tekné. Tejido., la técnica no enfría: sostiene, organiza y, paradójicamente, abriga.

Las obras están construidas con hilo de algodón número tres, un insumo certificado para uso alimentario, proveniente de la industria chacinera. Ese dato —tan preciso como inesperado— condensa la lógica de esta poética: transformar lo funcional en simbólico, lo cotidiano en extraordinario. El material que ata embutidos, aquí hilvana memorias. No hay fetichismo de lo precario, ni nostalgia por lo artesanal: hay una decisión de tensar lo industrial hasta hacerlo vibrar emocionalmente.

El procedimiento también es riguroso. Mayer trabaja sobre bastidores de madera, algunos pequeños, otros murales. En ellos, la urdimbre —esos hilos verticales que habitualmente se ocultan— se expone con claridad quirúrgica. La trama, en cambio, se densifica progresivamente, como si cada pasada condensara un gesto más. El tejido se vuelve escritura, pero también sistema: un ritmo visual, un código de repeticiones, interrupciones y pausas. Algunas piezas incorporan papel de arroz bordado, añadiendo fragilidad al conjunto y dejando entrever una voluntad de detener el tiempo, como quien subraya un recuerdo antes de que se deshilache.

Lo que podría parecer un gesto minimalista —una geometría monocroma, una paleta contenida, una repetición disciplinada— se desvía suavemente hacia el territorio de lo emocional. Hay algo en la proporción, en la medida exacta de cada tensión, que deja entrever una caligrafía afectiva. El cálculo convive con la pulsión. La técnica, lejos de neutralizar el contenido, lo canaliza.

Textos sin palabras: el arte de narrar desde la abstracción

En la serie de bastidores monocromos que Leo Mayer presenta, lo narrativo se vuelve textura. No hay figuración, no hay escena. Y sin embargo, cada obra cuenta. Los hilos tensados componen superficies de silencio densamente significantes, donde la repetición no es mecánica, sino insistencia emocional. Como si la trama no buscara representar, sino sostener.

Estas piezas pueden leerse dentro de una genealogía post-minimalista, por su economía de medios, su rigor formal y su atención al proceso. Pero ahí donde el minimalismo clásico expulsaba la emoción y la historia, Mayer las reintroduce con una sensibilidad sigilosa. Si Kazimir Malevich inauguró el monocromo como forma de trascendencia moderna, aquí el monocromo es memoria. Un blanco tejido puede contener una pérdida, un vínculo, una despedida.

Las obras llevan por título direcciones reales: Bustamante 478, Bustamante 480, Echeverría 349, entre otras. Lejos de funcionar como etiquetas neutras, esos nombres de calles anclan el relato abstracto a una geografía afectiva. Cada dirección es un punto en el mapa emocional de la familia Mayer, un nodo dentro de una red invisible que el artista reconstituye con hilos. El gesto no es sólo privado: hay en esa codificación espacial una propuesta de lectura más amplia sobre cómo se construye el sentido en lo cotidiano, lo doméstico, lo heredado.

Una de las series más conmovedoras es la que recoge frases inconscientes pronunciadas por su padre en los últimos días de vida. Mayer las traduce a telares que, unidos como notas, dejan colgar hilos sueltos hacia el suelo. No sabemos si esas palabras fueron reales o soñadas, si existieron o fueron imaginadas en el borde entre la vida y el adiós. Pero el tejido las registra sin corregir. Las deja caer, abiertas, en estado de suspensión.

Hay algo del archivo místico de Arthur Bispo do Rosário en estos telares: un intento de organizar el mundo afectivo a través de sistemas materiales personales, sin aspirar a una lógica universal. Y hay también ecos de Cecilia Vicuña, en el modo en que la fragilidad del hilo se vuelve vehículo de memoria y resistencia. Como Vicuña, Mayer borda lo ausente: le da forma a lo que se escapa.

Quipus contemporáneos: contar(nos) con nudos

En las piezas Quipu jubilatorio y Quipu ferial, Leo Mayer retoma un dispositivo ancestral para traducir al presente los ritmos de la vida colectiva. Inspirado en los quipus andinos —aquellos sistemas de cuerdas y nudos que funcionaban como herramienta de registro y, posiblemente, como escritura—, el artista condensa en estos trabajos una intención doble: conservar y señalar.

Quipu jubilatorio toma el calendario de pagos de jubilaciones mínimas del año 2024 como base de su trama. Cada color corresponde a una terminación de DNI; cada nudo, a una fecha concreta. La interrupción del patrón cromático, que responde a un cambio imprevisto en la política de bonos, introduce una anomalía que es también denuncia: hay vidas que siguen rutinas impuestas por el Estado, y otras que deben improvisar sobre la marcha para sobrevivirlas. Lo que podría leerse como simple dato administrativo se transforma en una cartografía emocional y política del desgaste.

Quipu ferial, por su parte, codifica los feriados del año. Amarillos, verdes, rojos y naranjas marcan las categorías que el Estado argentino asigna a sus días de descanso. Pero Mayer no se detiene ahí: señala que, de todas las culturas existentes en el país, solo dos —la judía y la islámica— son reconocidas oficialmente con días no laborables. Este dato, tejido y no escrito, se vuelve sutilmente incendiario. Es una crítica hilada a mano. Un recordatorio de que el reconocimiento cultural no se decreta, se construye.

Ambas piezas, como todo buen archivo, son parciales pero elocuentes. No documentan desde el afuera, sino desde el adentro de la experiencia. Mayer no se limita a representar la información: la incorpora al cuerpo del tejido y la conecta con su propio entorno. En su vida familiar —gestionando una empresa compartida con madre, hermanos, pareja y sobrina— los calendarios y los feriados no son datos abstractos, sino coordenadas vitales. Lo personal y lo estructural se anudan con fuerza.

Aquí, el textil se convierte en un instrumento de lectura social. Los nudos no son ornamento: son signos. Y los signos, como toda palabra cargada, tienen la potencia de incomodar. De recordar. De insistir.

Habitar la casa como se habita un texto

En Texto. Tekné. Tejido., el espacio no es un simple contenedor de obras: es parte del entramado. La exposición se desarrolla en una casa habitada por cuatro generaciones de la familia Mayer, convertida en HomeGallery. Ese gesto —el de mostrar en casa, el de abrir el umbral privado para que sea recorrido como una instalación— no es anecdótico: es un movimiento curatorial en sí mismo. La intimidad no se expone, se encarna.

Cada habitación, cada pared intervenida con urdimbres y bastidores, cada rincón tejido, convierte a la casa en texto. Un texto que no se lee linealmente, sino que se recorre, se toca, se roza con el cuerpo. El visitante no entra a una galería: entra a un tejido narrativo. Y como en todo buen texto, hay repeticiones, variaciones, silencios, puntos de giro.

Uno de los gestos más potentes de la muestra es el de tejer con tejidos. Mayer produce pequeños bastidores de colores plenos —rojo, verde, blanco, amarillo— y luego los usa como materia prima para urdir sobre murales de gran escala. Es decir: no parte del hilo virgen, sino de otros tejidos ya realizados. Reutiliza lo hecho para volver a hacer. Cita, recompone, borda sobre la experiencia. Como quien subraya un fragmento y después lo reescribe para entenderlo mejor.

En esa operación se activa una política del recuerdo. Porque cada tejido previo es una lectura pasada, y cada retejido una lectura crítica. Como si dijera: esto que fue, puede ser distinto. La trama no está cerrada.

La decisión de trabajar con hilo de uso alimentario, certificado para estar en contacto con comida, también resuena con fuerza en este contexto doméstico. Hay algo profundamente afectivo en esa elección. Los hilos que antes sostenían embutidos, ahora sostienen memorias. El alimento cambia de forma, pero no de función: sigue nutriendo, esta vez desde lo simbólico.

Y así como la casa es un cuerpo que aloja, cada obra es una habitación emocional, un espacio en el que lo colectivo se escribe en clave íntima. Las direcciones familiares, los feriados nacionales, las frases del padre dormido, los nudos del calendario: todo encuentra su lugar en una arquitectura tejida que invita no a mirar, sino a habitar.

Lo que queda suspendido entre hilos

Texto. Tekné. Tejido. es una forma de pensamiento encarnado en hilo. Con una economía formal notable, Leo Mayer consigue construir un lenguaje visual que se sostiene con fuerza conceptual, precisión técnica y una densidad afectiva que no necesita de gestos grandilocuentes para conmover. La coherencia interna de la propuesta se mantiene firme a lo largo de las obras, pero no se vuelve previsible: cada pieza abre una posibilidad distinta de lectura, sin cerrar el sentido.

El mérito no es menor. En un campo donde la abstracción a veces corre el riesgo de la hermeticidad, Mayer logra lo contrario: sus telas, sus quipus, sus murales no alejan al espectador, lo invitan a acercarse. A leer, a recorrer, a tocar (aunque sea con los ojos). Lo que se despliega no es una estética de la clausura, sino de la apertura. Cada bastidor es un umbral.

Desde lo técnico, la muestra impresiona por su precisión material y su sensibilidad en el montaje. Desde lo conceptual, propone una lectura compleja de lo textil como archivo: un dispositivo que guarda lo que las palabras no alcanzan a decir, que inscribe lo político en lo cotidiano, que transforma el cuidado en método. Mayer no solo teje; también traduce, subraya, interroga.

En sus manos, el acto de tejer se revela como una forma de cuidar: de cuidar memorias, vínculos, historias comunes. El tejido como forma de sostener lo frágil. El telar como plataforma desde donde narrar lo que no se dice. El hilo como extensión del cuerpo, como escritura afectiva, como resistencia.

Frente al vértigo de un presente que nos acelera y nos fragmenta, las obras de Mayer detienen el tiempo y proponen otra temporalidad: la del gesto repetido, la del ritmo del cuidado, la del trabajo invisible que sostiene lo que importa.

Esta foto captura el ambiente general del espacio de la feria MAPA durante el evento. El lugar, caracterizado por su arquitectura industrial, está lleno de asistentes que se mezclan y ven las obras de arte. La configuración incluye varias obras de arte exhibidas a lo largo de las paredes blancas de la galería, iluminadas por la iluminación del lugar, contribuyendo a un ambiente vibrante y atractivo.

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