Por Julieta Ogando
Josefina Robirosa y Nicolás García Uriburu
Oda Arte
2 dic 2024
La muestra Como Agua Sobre Piedra no transcurre en el terreno cómodo de la contemplación; exige implicación. Aquí, el arte no se presenta como un objeto, sino como un organismo vivo que late con la urgencia de un planeta en jaque. Josefina Robirosa y Nicolás García Uriburu no solo nos enfrentan a la devastación ambiental; nos invitan a atravesarla, a mirarnos en ese espejo fracturado donde la naturaleza y la humanidad son inseparables.
Las pinturas de Robirosa son selvas de misterio, espacios donde lo vegetal respira con una intensidad casi carnal. Sus paisajes umbrosos no son meros refugios: son ecosistemas de deseo, fertilidad y transformación. En su obra, lo humano y lo natural se funden, no como opuestos, sino como aliados inevitables de un mundo al borde de la ruptura. Es una libido boscosa que nos recuerda que, antes que humanos, somos tierra.
Uriburu, en cambio, grita. Su monocromía verde no es un recurso estético; es un acto político, una declaración de guerra contra el olvido. Sus objetos e intervenciones no piden permiso, no sugieren: exigen atención. En piezas como Víctimas y memoria, su verde es un grito de alerta que sacude, incomoda y persiste. Uriburu no solo pinta la naturaleza, la amplifica, la convierte en un arma contra la apatía colectiva.
La curaduría entrelaza estas dos voces en un diálogo potente, donde las formas y los colores se cargan de una tensión casi palpable. Robirosa y Uriburu no solo comparten un espacio; construyen juntos un manifiesto ambiental que trasciende sus propios lenguajes. Aquí, el arte es resistencia. Es un recordatorio de que no hay neutralidad en un mundo que se desmorona.
Pero esta muestra no se conforma con denunciar; plantea un desafío. Nos invita a desarmar las narrativas de explotación y reconstruir vínculos con lo que hemos dado por sentado: el agua, la piedra, el aire. Las obras no son soluciones; son preguntas abiertas, mapas hacia un futuro que aún podemos construir.
En un tiempo donde el ruido y la indiferencia parecen inevitables, Como Agua Sobre Piedra se convierte en un llamado firme. Nos obliga a enfrentarnos a lo esencial, a entender que nuestra relación con la naturaleza no es una elección, es un hecho. Robirosa y Uriburu nos gritan, desde sus mundos tan diferentes y tan complementarios, que la única forma de habitar este planeta es con respeto, con cuidado y, sobre todo, con conciencia.
Esto no es solo arte verde. Es arte que respira. Es un arte que duele. Es un arte que, como el agua sobre la piedra, insiste.