By Julieta Ogando
Laura Orcoyen, Ricardo Oliver, Elba Bairon, Esmeralda Escasany, Leo Batistelli, Martina Quesada, Justo Sánchez Elía, Juan Goyret, Flor Sánchez Elía y Fran Stella.
Espacio de Laura O.
Sep 30, 2024
La muestra "O. Es el principio y es el fin" en el espacio de Laura O. nos propone una inmersión en una narrativa visual que se entrelaza con las ideas de Byung-Chul Han, específicamente su noción del tiempo en El aroma del tiempo. En su obra, Han reflexiona sobre cómo, en la modernidad tardía, el tiempo ha perdido su estructura narrativa; ya no vivimos en una secuencia temporal con un principio, desarrollo y fin, sino en una dispersión de momentos que parecen desvanecerse en el vacío. Esta reflexión resuena profundamente en la disposición de los objetos y ambientes en esta muestra, donde cada espacio de la casa –desde el vestidor hasta la casa en el árbol– es un reflejo de las zonas de transición de nuestras vidas.
El tiempo se desmorona, pareciera decir Han, y en este contexto, los artistas Laura Orcoyen, Esmeralda Escasany, Leo Batistelli, y otros, responden con piezas que evocan lo que no puede medirse, lo que se desvanece pero permanece. La fluidez del agua, que en la obra de Batistelli se desplaza sin detenerse en una simple estructura arquitectónica, o las rocas de Martina Quesada, que guardan la memoria geológica de miles de años, nos confrontan con la continuidad de la naturaleza frente a la volatilidad de lo humano. En particular, las obras de Esmeralda Escasany nos extienden una poética visual poderosa: "trajes" para habitar diferentes reinos, confeccionados en papel calco y cosidos a máquina. Estas piezas, semi-transparentes y que juegan con la dualidad de lo rígido y lo frágil, sugieren una transición entre mundos. Los trajes invitan a reflexionar sobre el cruce de fronteras entre lo tangible y lo etéreo, y cómo la materia más delicada puede volverse la armadura para recorrer lo invisible.
Uno de los conceptos más potentes de Byung-Chul Han que se materializa en esta muestra es el del vacío, ese espacio que no es meramente la ausencia de materia, sino una oportunidad para la creación, la reflexión y la transformación. En esta exposición, el vacío es un elemento omnipresente. Cada obra, cada rincón de la casa, está compuesto tanto por lo que se ve como por lo que se oculta. Las zonas vacías o los huecos simbólicos en las rocas nos invitan a reflexionar sobre la relación entre la materia y lo inmaterial, entre lo visible y lo invisible.
"O. Es el principio y es el fin" nos recuerda el papel del espacio expositivo como un actor fundamental en la experiencia artística. Aquí, las zonas delimitadas simbólicamente dentro de un hall abierto –simulando habitaciones como el dormitorio o el vestidor– no son meros contenedores de las obras, sino una extensión conceptual de las mismas. Este enfoque genera un diálogo constante entre el entorno sugerido y las piezas que lo habitan, invitándonos a reflexionar sobre cómo el arte contemporáneo no puede entenderse plenamente sin considerar el contexto en el que se presenta, ya sea físico o simbólico, y cómo este contexto transforma nuestra percepción de las obras.
La muestra también pone en tensión las nociones de domesticidad y sacralidad en el arte. Al sugerir espacios domésticos como zonas expositivas dentro de un mismo ambiente, sin paredes que los delimiten físicamente, los artistas cuestionan las barreras entre lo público y lo privado, lo cotidiano y lo trascendental. ¿Qué ocurre cuando lo que consideramos objetos cotidianos se convierten en vehículos para profundas reflexiones sobre la existencia y el tiempo? En este escenario fluido, cada "habitación" imaginaria se convierte en un umbral hacia lo desconocido, y cada obra nos invita a cruzar esos umbrales con una nueva mirada, disolviendo los límites convencionales entre las zonas de la vida y del arte.
Finalmente, en sintonía con el pensamiento de Han, la muestra nos recuerda la importancia de detenernos en el presente. En una época dominada por la velocidad y la productividad, "O. Es el principio y es el fin" nos propone un espacio para la pausa, para la contemplación. Las obras no demandan ser interpeladas de inmediato, sino que nos piden que permanezcamos con ellas, que habitemos el espacio de la incertidumbre, de lo incompleto, de lo que aún está por descubrirse.
Así, esta muestra no solo es un viaje por los espacios íntimos de una casa, sino un viaje por las zonas intermedias de nuestra propia experiencia vital. Las rocas, el agua, las luces y las sombras que componen las obras nos recuerdan que la transformación es constante, que lo que vemos es solo una parte de lo que es, y que, como señala Han, debemos aprender a habitar esos vacíos y esos tiempos suspendidos, porque es allí donde reside la posibilidad de algo nuevo.